La belleza estaba cerca. Pude verla volar cerca de mis ojos, pude sentir el roce de su majestuosidad. Estábamos felices y buscábamos la sombra de los otros, para comprender el tamaño de su figura, de su talante. La importancia de tenernos cerca y sentirnos unidos por el arte, por

Jugamos a ser nosotros mismos, esos personajes que extraña vez son vistos merodeando por el Hotel de la desesperanza. Nos disfrazamos de esos deseados seres y comimos de sus virtudes. Nos alimentamos de esa energía que nos da la sensación de que no todo está perdido, de que seguimos adelante a pesar de nuestra pobre humanidad, de nuestros escasos recursos como parte de la naturaleza.
Descubrimos así, el infinito, el túnel, el extraño pasadizo hacia lo fantástico. Creamos así, un mundo nuevo, un bello mundo lleno de sueños perdidos.
De esta manera nos encontramos con personajes como La dama de negro, que habitaba una de las extrañas dependencias del Hotel Madrid, ahogada en el alcohol de la derrota, de las lágrimas de ausencia; una dama de la aristocracia perdida, una extraña mujer que se baña en el mar de la locura, de la desesperación y de la soled

Podemos ver, dentro de esa extraña historia, al Hombre Hombre, un personaje lleno de rutina, engreído, cansado de sí mismo, perdido en lo común, enamorado de lo normal, y hermano del vicio.
Mientras tanto y como un manto de lluvia tibia, la melodía del angel de los recuerdos, la presencia de esos sueños en el amanecer de los vivos, el reencuentro con esas lejanas sensaciones de paz. Suena, Hotel Madrid…
Photo: Jorge Escobedo.
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