
La Gran Vía era un caos de demonios engreídos riéndo y bebiendo de los sueños ajenos. Los soldados desfilaban como marionetas guiadas por algún ser superior. Los coches corrían a grandes velocidades sin respetar a nada ni a nadie.
El ruido era ensordecedor, pero divertido, abrumador, encantador.
En medio de los enormes gigantes, allí estaba. Con sus paredes de cemento y recuerdos de los años 30. Era el sitio indicado.
El Hotel Madrid.
Subimos por las oscuras escaleras hacia la azotea sin detenernos. Queríamos llegar a lo más alto, a la cumbre de la ciudad, a gobernar el cielo.
Nos olvidamos de nuestros sueños. Era el lugar elegido...
El Hotel de la deseperanza...
NUESTRO LUGAR.
Foto: David Mangado ( Azotea del Hotel Madrid)
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