LA HORA DE LA REVOLUCION

Mientras me lamento por tener el conrazón en las manos gracias a mi sentimentalismo quebradizo comienzo a sentir el cosquilleo de la esperanza. Y es que ver una manifestación de libertad y de expresión pacífica, con la cual me siento tan identificado como partícipe, causa en mi diferentes sensaciones. Hace diez años desembarqué en una tierra en la cual, las sonrisas de su gente contagiaban al extranjero, invitándolo a sentirse parte de una forma de vida tranquila y placentera. Hoy, el panorama mundial y su aniquilante capitalismo sumado a una clase política grosera, poco intligente y carente de honor han convertido esa sonrisa en ojeras, en manifiestos pesimistas, en muecas de dolor o tatuajes de preocupación. Y nos contagiamos unos a otros como un virus, como una llama que enciende un gran bosque de sueños que se evaporan, que se pierden entre mentiras, engaños y promesas rotas. Las manifestaciones siempre fueron síntoma de toma de conciencia por parte de los ciudadanos. Llegar al límite nunca es bueno, pero a veces necesario para adquirir una perspectiva diferente del miedo a hablar, del victimismo inútil que nos lleva a la desesperación.
Joven, adulto, anciano, existe entre nosotros un idioma común que nos conecta. Existe una luz que tenemos en nuestro interior que puede contagiar, que puede generar energía y que nos hace volar y romper las barreras.
Al ver esas almas reunidas, sintiendo la energía, no puedo dejar de emocionarme y sentir que los vientos de cambio comienzan a soplar.
Quiero ilusionarme y desear, soñar y asi, comenzar de nuevo.
Quiero que la geometría de nuestros sentimientos se convierta en el gran plan universal. Un plan de paz, de lucha, de sinceridad y de trabajo.
Mientras exista esa fuerza interior, seguirá saliendo EL SOL.
Comienza la revolución.

HECTOR GERONIMO

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